Si acepto lo que dijo en una reciente entrevista el filólogo-filósofo-politólogo Noam Chomsky y las evidencias que me rodean, no sólo en mi patria, sino en todo el globo, incluso en los países subdesarrollados del Continente Africano, el neoliberalismo que nació en los años 30, se consolidó con los llamados «Chicago Boys» en la década de los 70 y que reina como el modelo político, económico y social más exitoso, ha sido simultáneamente responsable de una peligrosa y obscena inequidad económica.
El pecado del neoliberalismo fue tener una visión de luces cortas al no proponer suficientes reformas jurídicas cuando se convirtió en retoño del laissez faire tradicional. Ciegamente optimista, el neoliberalismo ganó tiempo para los más hábiles, permitiéndoles servirse dos, tres, mil veces de la mesa de todos, dejando para el resto de los comensales apenas el untado en el plato y el aroma de lo bueno que les está vedado.
La peligrosidad de estas condiciones está grabada en sangrientas revoluciones: la Francesa, la Bolchevique, las Castristas, etc., que no son otra cosa que la culminación natural de la impotencia y frustración de los que pasan hambre mientras contemplan a otros cubiertos de lujos.
¿Cómo dejamos, humanidad evolucionada que somos, llegar las cosas a este punto, donde el 85% de los recursos del planeta están en los apretados puños del 1%? Donde los bienes acaparados generan para poquísimos más oro del que jamás soñó acumular Croeso, obligando a gran parte de la especie humana a vivir en degradante pobreza? Y sin futuro a la vista, pues no pueden pagar las herramientas indispensables para salir de su aprieto, aunque pasen varias generaciones.
Los atenienses de la antigua Grecia enfrentaron esa situación hace dos mil quinientos años; la diferencia entre ricos y pobres había llegado a un nivel tal que se amenazaban unos a otros.
Los venerados politólogos de la antigua Atenas prestaron atención y propusieron una solución afortunada: elegir a un hombre honesto y capaz para gobernar.
Ese fue Solón, comerciante de origen aristocrático quien estableció un conjunto de reformas que fueron acatadas; las impopulares medidas mejoraron las condiciones socioeconómicas de los atenienses, salvando a Atenas de una revolución. Y se conservó para nosotros su invaluable legado.
Las reformas de Solón:
Devaluó la moneda y bajó el valor de las deudas. Eliminó prisión por deudas. Canceló los arrestos por falta de pago de los intereses de las hipotecas. Estableció un impuesto sobre la renta con una tarifa en la cual los ricos pagarían 12 veces más que los pobres. Instaló un sistema educativo gratis para los hijos de caídos en la guerra por Atenas.
En Estados Unidos también se adoptaron medidas de crisis en 1933 hasta el 52, y luego en 1960 hasta el 65. La clase alta protestó aunque cumplió; pero siguieron concentrando riquezas y hoy se cuentan unos cuantos billonarios -que casi no pagan impuestos-, cuyos tentáculos atenazan al planeta entero, desfavoreciendo a muchísimos países.
La historia enseña; el neo liberalismo debe reformularse, proponer un marco jurídico con mucho más énfasis en resolver la crisis social. Imposible pretender que el Estado no regule. Hay que abrir caminos para que los atrapados, generación tras generación en extrema pobreza, finalmente caminen hacia donde brilla más el sol.
Manos a la obra, neoliberales tozudos. La alternativa, ya latente, es una explosión arrolladora.