“La Rebelión de Atlas”

DE AYN RAND

 

Por: Beatriz Valdés

 Ayn Rand.

La escritora que conocemos como Ayn Rand nació en 1905 en San Petersburgo con el nombre de Alisa Zinóvievna Rosenbaum, una    ciudadana judía de la Rusia de los Zares.  Apenas tenía 12 años cuando los cielos y las calles de su patria se cubrieron de  pólvora, destrucción  y miedo: se trataba de  la histórica Revolución  Comunista, la primera puesta en escena del libreto de redención social y económica ideado por Karl Max y Friederich Engels, y puntualizado por Lenin. Nacía la nueva sociedad con grandes ideales y no menores promesas, pero antes debió barrerse el status quo en el que la nobleza y la aristocracia eran los grandes beneficiados y el pueblo raso vivía condenado, de generación en generación, a la condición de siervos.  La utópica visión social predicada por Lenin pondría el poder en manos del pueblo, augurando que, según brillaba en el plano teórico,  la nueva Rusia debía prosperar, eliminando las inequidades.

La joven Alisa fue testigo del desempeño real  de la promesa marxista-leninista: escasez, miseria, imposición de una disciplina brutal y parcializada, castigos injustos que exiliaban a campos de trabajos forzados, cuando no ejecutaban, a los disidentes y a los intelectuales junto con la vieja aristocracia;  y vio cómo los nuevos dirigentes, revestidos de inapelable autoridad,  disfrutaban  de  privilegios y lujos similares a los de la destronada nobleza rusa.

Cierto que la sociedad cambiaba y nacía algo nuevo, pero los derechos y las libertades más preciadas desaparecían.    El ciudadano ruso vivía con temor, perdida la solidaridad, enemigos unos de otros porque así lo ordenaba el Estado.  Se había conculcado la tranquilidad y el bienestar del día a día en aras de una vida en igualdad, pero que ahora sumaba el miedo.

Muy pronto, a través de la adopción de drásticas medidas económicas que estatizaron la industria, el agro y el comercio, colocando su administración en manos obreras sin experiencia,  se empobreció al país,  depauperando también  a la familia de Ayn Rand.

La joven Rosenbaum  sufrió las privaciones  en todos los ámbitos.  Hablaba y leía francés desde  antes de la Revolución,  siendo San Petersburgo  la ciudad rusa más asimilada culturalmente a Europa;  y conocía las letras de Víctor Hugo y  Edmond Rostand,  sembrándose desde entonces en su mente el sueño de convertirse en escritora.    Se hace adversa  al régimen comunista,  anhelando  vivir en  Occidente, pues había  tenido noticias de la libertad que se disfrutaba en la democracia de los Estados Unidos de América,  y supo que era el único lugar donde podría desarrollar libremente su vocación literaria.

A los 21 años, con la ayuda de su madre, consiguió un pasaporte y viajó  a Estados Unidos para visitar familiares; nunca regresó.  Buscando modos de subsistir, se estableció en California; allí conoció en una fiesta al cineasta Cecil B. de Mille, que le dio la oportunidad de hacer papeles de extra en sus películas.   Y en esos predios rutilantes de Hollywood  conoció al actor Frank  O´Connor, con quien estuvo casada 50 años.

Adoptando el pseudónimo de Ayn Rand,  se inauguró como novelista con su narración autobiográfica, We the Living (siempre escribió en inglés), traducida como “Los que vivimos”,  un éxito con los lectores que la estableció como escritora notable.  Sorprendía que siendo tan joven produjera una obra de vivencias profundas y escritura tan pulida.  Siguieron brotando de su ingenio varias novelas,  una de ellas, muy reconocida y llevada a la pantalla del cine, fue The Fountainhead, traducida como “El Manantial”, que resultó  ser su  mayor éxito en ventas.

Es más adelante, sin embargo, cuando emprende una obra épica a la cual dedicó muchos años de trabajo,  páginas meticulosamente elaboradas que hoy se consideran su máximo logro intelectual;   Atlas Shrugged,  un tablero gigante donde además de plasmar una trama de ficción fascinante,  dio cabida  a su ideología, conceptos   en esencia radicales, y que sin embargo, o quizás por ello,  influenciaron profundamente a su generación.   A este triunfo de la inteligencia  traducida como “La Rebelión de Atlas”,  atañen las líneas que siguen, en un intento por identificar  los componentes literarios y conocer mejor las ideas filosóficas de Rand.

Ayn Rand, intelectual vigorosa y  maestra de  letras esculpidas,  logró constituir una corriente ideológica que llamó  “Objetivismo”,  mientras que a la vez impulsaba el Individualismo en el desempeño personal.  Posiciones filosóficas y éticas que nos inspiran a polemizar, y lo haremos al final de este ensayo, pues  es posible detectar una contradicción.

En todo caso,  la influencia ideológica de la emigrada rusa fue grande.  Hasta el día de hoy la Fundación Ayn Rand  sigue activa,  invitando el ingreso de adeptos.

La Rebelión de Atlas;  una novela de pasión.

Esta novela, publicada en los primeros años de la década de 1950,  es un plato fuerte aún para lectores sofisticados.  Una vez puesto pie en su extenso espacio imaginativo,  con sus linderos de cerca de dos mil páginas impresas,  el intelecto queda engarzado en la trama  -original, fascinante y de alta calidad literaria-, y comprometido a dedicarle muchas horas de lectura y pensamiento esforzado, dada la complejidad de las ideas.

El lector acucioso,  el crítico literario, no encontrará en Atlas Shrugged  innovaciones–como el realismo mágico de García Márquez, años después-, o una estructura original, como la de James Joyce antes;  Rand escribió dentro de los cánones tradicionales.  De hecho, el estilo a lo largo de estas páginas es  sencillo, claro,  ausentes las metáforas, reconociendo así que la narrativa, y sobre todo la que abarca inquietudes filosóficas, no requiere de ellas, mientras que para la poesía son su esencia.  –Nos permitimos compartir  una cita de Hannah Arendt  que así lo ilustra: “La metáfora, puente entre las actividades mentales interiores y el mundo de las apariencias, fue, ciertamente, el más grande obsequio que el lenguaje pudo donar al pensamiento, y por ende, a la filosofía, pero la metáfora en sí es poética en su origen. Por lo tanto no sorprende que sean los poetas,  más que los filósofos, los que estén más conscientes de su función esencial.”-

Entendemos que su afán fue crear una gran novela moderna, de extensión épica, en la cual no sólo interactuaran  sus personajes en una trama  apasionante y sin duda  inédita, sino que en momentos claves, hablaran por ella y defendieran sus ideas, viendo en la novela  el mejor vehículo para transmitir sus preocupaciones sociales al gran público.

La grandeza literaria de Atlas Shrugged consiste  en la pasión con que vibran los  personajes, en las situaciones límites que va creando, y el planteamiento dramático, aunque debatible,  de los requisitos que predica Rand para que fructifique  la mejor sociedad.

Rand, la escritora,  concedió mucho espacio de la novela a discursos en apoyo del Capitalismo voraz.  Plasmó con vehemencia inquietudes que nacieron en su juventud rusa, cuando sufrió  las ásperas condiciones del Comunismo, deseosa de advertir  a sus lectores, es decir, al gran público, cuán dañino había resultado para el espíritu humano.

No hay duda de que con esos diálogos,  que son propuestas,  colocó Atlas Shrugged en el campo de la literatura de ideas.

Casi no hay página en la cual no desearíamos detenernos a conversar  con la autora,   para  felicitarla por un giro fascinante en la  historia, o para oponernos al descarnado laissez faire que impulsa con el fervor de un devoto religioso, cuando plantea que los individuos más capaces y productivos de una sociedad no deben ser coartados, o  sus riquezas limitadas, ni siquiera a través de impuestos.  Para Ayn Rand, el más fuerte y capaz  es  el que mueve la palanca del mundo, sin otra obligación que la de desarrollar su talento en beneficio propio.  Para la autora, como consecuencia de tal libertad,  en la lógica de causa y efecto, estos individuos eminentemente egoístas engrandecerán a sus países financiando innovaciones,  abriendo puestos de trabajo y propiciando una economía boyante.

La saludamos sin reparos  al reconocer la convincente pasión y excitante sensualidad con que revistió sus personajes, caracteres tan bien concebidos, que no sólo se materializan sólidamente  en Atlas Shrugged,  “La Rebelión de Atlas”, sino que viven aún después en nuestra  imaginación.

Durante esta historia,  nos habremos remontado a los años 50, y habrá momentos en que nos escandalizará el comportamiento de los héroes que dan la espalda al código moral de la época;  pero a medida que vamos con ellos, sorteando los percances y los apasionamientos que son su razón de vivir,  nos hacemos cómplices, alentamos  las ansias de su corazón,  y quizás, ¡también  la terrible destrucción y renovación que protagonizan!

El lector no escatimará  a la autora el reconocimiento de que ha creado  una historia  fascinante, ni la distinción de la prosa,  o su abarcadora inteligencia.  Admiraremos que su vocabulario encapsula en cada palabra  el sentido preciso que le asigna la cultura norteamericana; y su sintaxis, que fluye con claridad y tono elegante.

Sus ideas económicas resultarán  menos convincentes para muchos, cuando vivimos el Siglo XXI en condición de naciones  entrelazadas por los medios de comunicación y de transporte,  con una economía mundial interdependiente, con una población  humana que ha crecido desmesuradamente, y sin embargo, muy dispar en su bienestar, desarrollo y progreso, mientras esos cuantos dotados de energía e inteligencia superior, han acaparado y dominan las riquezas del planeta.

Entendemos ahora, que no lo hizo entonces la autora,  la urgencia de extender y compartir  los beneficios de la industria, la tecnología, la educación y las riquezas que se van generando, con los ciudadanos menos productivos,  no sólo porque somos  hermanos y mortales, y porque compartimos el mismo planeta y los mismos recursos limitados, sino en aras de la auto-preservación de los triunfadores, que estarán expuestos a la violencia, inseguridad y amenaza de vecinos hambrientos que miran con ansias sus insólitas opulencias.

Resulta importante recordar  que han transcurrido varias décadas desde que vio la luz esta novela, un lapso de tiempo durante el cual    todas las posiciones ideológicas en materia política, incluyendo las consideradas de extrema derecha, han admitido  en sus propuestas, en mayor o menor grado, el principio  de solidaridad  que predicaba el Manifiesto Comunista de Karl Marx, una posición  que Ayn Rand repudió, considerando aborrecible e inhumano el sistema en su conjunto y en particular la idea de repartir  de jure riquezas personales.

El escritor Aldous Huxley, valga el ejemplo, plasmó en una de sus novela  -ISLA- lo que podemos considerar un plano completo para una sociedad pacífica, ordenada, con ciudadanos educados, sanos y felices, sin diferencias sociales ni disparidad de riquezas, y ciertamente no pregonó el dominio de los más fuertes y hábiles.

De hecho, las propuestas de Ayn Rand en Atlas Shrugged , son un ataque frontal a las fuerzas socialistas y comunistas que recorrían los Continentes, amenazaban la estabilidad y atemorizaban las economías en los años en que la brillante escritora trabajaba en este libro, considerada su magnum opus. El Laissez Faire, que Rand consideró indispensable para el Capitalismo, a sus ojos era el camino para negar un Comunismo que castra  las iniciativas humanas, valoración que hoy no se comparte así de tajante.

La Trama  

Esta es una novela intensa, su núcleo, sostén, raison d´etre, es la pasión en sus diversas manifestaciones.  Los personajes principales son seres entregados apasionadamente a sus respectivas vocaciones y visiones del éxito: igualmente, se vierten en el amor con pasión estremecedora y ciega, y urden, como sólo pueden hacerlo personas que creen profundamente en lo que hacen, un método para paralizar la economía del país y así destituir a los dirigentes que consideran ineptos.

Ayn Rand forja sesuda y concienzudamente  un vibrante paisaje  donde plasma las relaciones entre los vástagos de varias familias poderosas y acaudaladas.  Estos jóvenes van interactuando en aras de sus intereses materiales, primero, pero luego estas relaciones devienen en afectos, que evolucionarán a medida que progresan los acontecimientos, convirtiéndose uno tras otro en respectivos amores pasionales.  Los dramáticos acontecimientos que iremos encontrando en las páginas, giran en torno a las fuentes de riquezas de cada familia, sus respectivas empresas,  su manejo y la forma como dependen unas de otras.  Rand quiere demostrar –en su original elucubración-  lo que ocurriría en una sociedad cuando a los poderosos,  que son fuente de innovación, creación de puestos de trabajo y pujanza económica, se les coarta la libertad de trabajar en beneficio propio sin otras consideraciones de peso social,  y en sus páginas los lleva a provocar deliberadamente un  apocalipsis.

Atlas Shrugged es la historia del comportamiento de personas de vitalidad e intelecto superiores, de especímenes humanos considerados alpha en antropología, a quienes la novelista que también es filósofo atribuye no sólo la posibilidad, sino la obligación de seguir su propio camino hacia la cima, buscando única y exclusivamente su provecho, y considerando no sólo innecesario, sino pernicioso, dar cabida a cualquier preocupación sobre el bienestar de los menos afortunados. Misión egoísta, que a los ojos de Ayn Rand es la que necesita una nación de sus mejores hombres, como forma de lograr la mayor cosecha, el mejor servicio, los grandes avances: los que trabajan y triunfan deben hacerlo por su propio interés, y no en beneficio de la sociedad. Tal es el mensaje y legado de Rand.

Personajes de La Rebelión de Atlas.

Entre los méritos de esta gran novela se encuentran los personajes creados por Ayn Rand.  Son seres coherentes, en su psicología y comportamiento, con su posición social, género y actividad. Aunque Rand  limitó  el espectro de emociones  que les permitía mostrar  cuando  vivían  momentos extraordinarios.  En tales instancias, todos,  hombres y mujeres, hacen gala de impasibilidad,  desperdiciando Rand la oportunidad de explorar la panoplia de emociones que el ser humano es capaz de sentir. No mostrar debilidad, angustia, duda,  ni en los momentos más aciagos, son rasgos de carácter que evidentemente admira profundamente la autora.

Dagny Taggart:

Ayn Rand consigue crear un personaje hasta entonces (1955)  poco presente en la literatura: una mujer con cualidades intelectuales tan formidables como los de cualquier hombre de éxito, y una ética de trabajo que suele asociarse al género masculino.  Sospecho que el modelo de tal personalidad es la misma autora, Ayn Rand.

La  heroína de la obra es Dagny Taggart.  Tan recia como el hierro con el cual debe trabajar en el manejo logístico de la más grande empresa ferroviaria del país, se enamora siempre de forma extravagante, erótica, sexual. A pesar de lo cual, se aleja de esos amores sin titubeo cuando urge la entrega a sus importantes responsabilidades.  Dotada por su creadora –Ayn Rand- de juventud y  belleza y de un intelecto y un carácter que podríamos calificar  formidables, irradia un “allure” que la hace muy atractiva al sexo opuesto.

James Taggart:  Es el hermano de Dagny, con ella dirige la empresa Taggart.  Su temperamento es débil, inseguro, maleable. El único personaje a quien Ayn Rand permite exhibir rasgos  equívocos, y por lo tanto, ganar la desaprobación del lector.   James resiente  la capacidad intelectual y dinamismo de su hermana, que lo hace más consciente de su escasa fortaleza,  y se inventa  un idealismo que desprecia lo material en aras de valores morales, de los que, a sus ojos, carece su hermana.  Eventualmente demuestra estar dispuesto a sacrificar las ganancias y  hasta destruir  la Empresa Taggart  por el bien común, pero en realidad tal comportamiento no es más que prueba de su servilismo a las autoridades de Washington , que en la novela de Rand son figuras corruptas, ambiciosas e ignorantes, que provocan la renuncia de todos los magnates, llevando al país a una total bancarrota y parálisis.

Cherryl Brooks:  joven mujer de inferior nivel social y cultural, con quien se casa James Taggart, el hermano de Dagny.  A pesar de su escasa educación, o quizás por ello, la muchacha  se deslumbra por la atención que le brinda un personaje rico y poderoso como James, a quien cree un ser superior, el fuerte pilar sobre el cual descansa la empresa de los Taggart.  Terminará siendo maltratada por él, despreciada, víctima de sus autoflagelaciones, y al darse cuenta de quién es realmente el hombre a quien se unió, termina suicidándose.

Francisco  D´Anconia: Atractivo personaje que alumbra en sus páginas Ayn Rand;  heredero de una gran familia, tradición y fortuna brasileña; Francisco es otro ser hermoso,  genial y de admirable energía vital.  Por contactos entre ambas familias, en su adolescencia pasa los veranos con los Taggart, por lo que desarrolla un vínculo muy fuerte, afectivo e intelectual, con Dagny.  Al llegar a la vida adulta, son el primer amor pasional, uno del otro.

Hank Rearden: genio de la metalurgia, dueño de una empresa grande y millonario, inventa una nueva aleación, creando un metal superior  al hierro, que tendrá una duración mucho mayor que todo lo utilizado en la industria; este potencial de riqueza es el que despierta la ambición de las figuras directoras del tema económico ubicadas en Washington.  Buscan que ceda la patente, a lo que se niega Rearden casi hasta el final. Por último, lo amenazan con revelar la relación adúltera que mantiene para entonces con Dagny.

Lillian, esposa de Rearden:  Una mujer de sociedad para quien las apariencias, las conexiones y el lujo dan razón a su existencia.  A su manera, ama a su esposo, aunque se da cuenta de que tienen valores diferentes, y nada en común. Sabe que su esposo dejó de amarla casi desde el comienzo de su matrimonio.

John Galt: durante gran parte de la novela, no es más que una misteriosa incógnita, un mito:  ¿quién es John Galt?  Es una frase metafórica que se hace popular.  Pero resulta ser un hombre verdadero, o mejor dicho, una especie de superhombre que, cual poderoso imán, succiona de la sociedad a los más talentosos de la industria, de la banca, del comercio, para que apoyen su causa  causando así , gradualmente, el desbarajuste total en el país.

Dagnar Danneskjold: Hay otro personaje que forma parte  de la trama sin hacerse presente hasta el final: un pirata moderno que ataca en alta mar para robar cargas valiosas.  Basta  nombrarlo para invocar  temor, pues es considerado un delincuente inmisericorde. Sin embargo, a final de cuentas, resulta ser una especie de Robin Hood, que ha robado riquezas que juzga inmerecidas para depositarlas  en cuentas que él mismo crea,  a nombre de ciudadanos productivos que son llevados a la bancarrota por las medidas socialistas que adoptan las autoridades.

Otros Personajes: Hay todo un elenco de seres interesantes, idóneos a la trama, que contribuyen a darle a esta novela profundidad dramática, coherencia y realismo,  y que dejaremos al lector la satisfactoria tarea del encuentro. Particularidad interesante de la autora es que, así como todos estos hombres se enamoran de  Dagny, se aman el uno al otro:  se reconocen, se admiran, se reverencian. Son héroes, y saben que no hay más, que están solos.

Rasgos Literarios

La pluma de Ayn Rand, ya sabemos, refleja la mente de una intelectual, su vocabulario, como sus ideas, relucen, pero al permitirse en esta obra –en su calidad de creadora- tantas y tan largas divagaciones de índole filosófico, arriesga, más aún, debilita,  el hilo novelístico,  colocando al lector ante la disyuntiva de involucrarse con sus ponencias ideológicas al grado de olvidar el tránsito de la novela, o excluir estos largos parlamentos  prosiguiendo a las páginas subsiguientes y el fascinante relato.

Como pieza literaria, Atlas Shrugged  se incorpora al acopio de libros que sobreviven y seducen a más de una generación de lectores, como se constata en este trabajo indagatorio que se lleva a cabo sesenta años después de la publicación.  En su categoría de novela, es una obra de ficción elaborada con  inmensa paciencia y depurado pensamiento, manteniendo su excelencia a lo largo de casi dos mil páginas.  Sin embargo, en su transcurso,  Ayn Rand insertó  demasiadas páginas de interés filosófico bajo el disfraz de discursos o reflexiones de sus personajes.  Este artilugio creó un desequilibrio en el tema de la narración.

Sus  conclusiones filosóficas, transmitidas en los parlamentos aludidos, son valiosas e interesantes;  meditan sobre la condición humana,  establece preferencias en cuanto a sistemas económicos, y marca función y límites al gobierno.  Pero la novela habría ganado si la autora hubiese reducido en mucho este sesgo.

Legado Filosófico de Ayn Rand:  Aceptando que el lector tendrá ante sus ojos no sólo una obra de ficción sino también una serie de ensayos filosóficos, procede evaluarlos.

La brillante escritora dejó en el tapete  de Atlas Shrugged planteamientos de su escuela filosófica, la que denominó “Objetivismo”, significando con ello que, al margen de la información adquirida por la mente del hombre a través de  nuestros sentidos,  y con la cual creamos un concepto del mundo en el cual habitamos, hay una realidad ajena a los seres conscientes.

Esta Realidad  antecede a la imaginación de homo sapiens; es una fuerza natural de la que el egoísmo es parte esencial, un rasgo que, por ende, la autora considera  virtud , y un imperativo moral para la humanidad.  Es apoyándose en tal idea que Ayn predica el Individualismo, insistiendo en que es el único comportamiento social aceptable  puesto que para ella va de la mano del orden natural.

Nosotros encontramos una discordancia entre los dos conceptos que Rand hermana: Objetivismo e Individualismo,  ya que reconocer la existencia  del Objetivismo –que no tiene favoritos- supone trasladarlo al comportamiento humano,  desprendiéndolo conscientemente de circunstancias o interés exclusivamente personal.

Por otro lado, entrado ya el siglo XXI, cuando celebramos sobre todas las cosas la iniciativa innovadora,  pues aspiramos a que continúe el asombroso progreso ascendente del homo sapiens,  los antropólogos y los sociólogos afirman contundentemente que tal fenómeno humano dependerá, y de hecho es seguro que así comenzó en la prehistoria, de la mutua colaboración,  del trabajo en equipo, y no de la elucubración y trabajo solitario (por ende, egoísta).  Esta conclusión, en nuestra opinión,  destruye los cimientos del Objetivismo  que Rand vincula obligatoriamente al individualismo.  Guardando el individuo para si sus ideas y reservándose el fruto de sus  talentos, el progreso humano sería   mucho más lento;  lo dice la ciencia.

Resumen Final

Si bien “La Rebelión de Atlas” es una lectura valiosa, hasta diría que necesaria,  para formar una plataforma  de referencia en temas económicos y sociales, es imposible ya aceptar sin discusión el radicalismo que propone Rand. Sabemos que yerra en su tesis principal: no sólo es malsano en una sociedad dar cancha libre, sin reglas ni retenes, a los más capaces y poderosos, sino que, si las leyes no los obligan a retribuir una porción de sus riquezas a la sociedad que es la matriz donde surgen, crecen y prosperan, verán amenazados sus logros  al estar rodeados de ciudadanos sin educación, sin esperanza, de pobreza aniquilante. Se sabe bien, lo demostraron  la llegada y arraigo del Comunismo en Rusia, y Cuba, que tal es el abono en el que brota  la maleza que destruye violentamente lo que encuentra.   Lo que hoy conocemos como equidad, a final de cuentas, es un recurso nivelador juicioso que promueve la estabilidad, condición, por cierto, indispensable para que los grandes empresarios e industriales puedan desempeñarse y triunfar.

Hasta aquí el análisis literario que la lectura de esta importante novela suscitó en este lector.